miércoles, 25 de julio de 2012

No me canso...

Estoy en Rusia.  Y ya tengo mucho de qué escribir y mucho qué contar.  Pero entre las 11 horas de diferencia que hay de Tijuana a Moscú, el jet lag, el no poder dormir sino hasta las 3 AM y a las 8 AM ya estar con el ojo abierto...pues no he escrito.  Digo, todavía no llevo una semana.

Pero ya pasó algo muy relevante que es de lo que quiero escribir.  Por alguna razón me ha tocado viajar muchísimo.  Gracias a Dios por eso. He cruzado muchas fronteras y me ha tocado vivir muchas experiencias.  Pero hay una que se repite y de la que no me canso nunca.

Siempre he comentado que no hay mejor momento qué el que vivo cuando digo que soy de México. Que soy mexicano.  Los rostros cambian, las expresiones que me regalan, la actitud que muestran hacia mi, todo por el simple hecho de decir "I am from Mexico".

Es raro, nunca espero una reacción así.  Siempre que se acerca el momento de decir de donde vengo, tengo curiosidad de ver la reacción, pero en realidad nunca espero provocar alegría.  Y no me lo espero porque la verdad no me lo creo.  O sea, ¿por qué la palabra México debe provocar alegría?  La verdad no tiene razón de ser...y siempre me sorprende.

Pues al día siguiente de haber llegado a Moscú, mi amiga Milada (quien me está hospedando junto con su amiga Galina) me llevó a la oficina de migración para registrarme como extranjero.  Entramos a un edificio por el que parecía que el tiempo no había pasado!  Entré y me sentí en una película de la Guerra Fría.  Milada me dijo que ese tipo de oficinas tienen todo el estilo de la época Sovíetica...que no habían cambiado.

Yo encantado de estar en un lugar así.  Sólo observaba a la gente, a las paredes, los letreros en el alfabeto cirílico.  Estaba bastante cansado del viaje y Milada se la pasaba llenando formas.  Y entre los papeles estaba mi pasaporte boca abajo.  El oficial de migración (un joven de unos 25 años) estaba sentado del otro lado del escritorio.

Él y Milada intercambiaban palabras en Ruso.  Ella le preguntaba cosas sobre la forma y el de una manera muy monótona y muy poco expresiva contestaba.  Era viernes, 4 de la tarde.  Seguro el oficial ya estaba cansado de una semana de labor burocrática y se quería ir.  Yo sólo observaba.

De pronto el oficial tomó mi pasaporte y al voltearlo y ver que decía "MÉXICO"... sonrió.  SONRIÓ!!!!  No a mi!  No a una persona!  No a un chiste!  No a una frase!  NO!  Le sonrió...AL PASAPORTE!!!

A un pedazo de cartón verde que tiene un águila sobre un nopal devorando a una serpiente...y una combinación de letras que dice MÉXICO.

Y después de verlo unos segundos con nostalgia, aún sosteniéndolo dijo "Mieksika" (que es como se pronuncia México en Ruso).

Mi país...nuestro país, nuestra tierra, nuestra gente, nuestra música, nuestro tequila, nuestra alegría, nuestra forma de ver las cosas, nuestra...cultura, hicieron sonreír a un burócrata moskovita a 10 mil kms de distancia.

Siempre me pregunto...a quien le debemos esta fama en el mundo?  A quien?  A quienes?  Quiero pensar que se la debemos a los viajeros mexicanos que llegaron antes que nosotros a estos rincones del mundo.

Entonces, yo tengo que poner mi granito de arena del desierto de Sonora, mis gotitas de agua de la cascada de Agua Azul en Chiapas, mis gotitas de tequila, mi copito de nieve del Popocatépetl.   Tengo que hacer mi parte para que esa imagen de nuestro bello país siga vigente en el mundo.

A todos esos viajeros que llegaron antes que yo...gracias!  No los decepcionaré.  Y a los viajeros que vendrán después de mi, no se preocupen...yo me encargo que mi pasaporte verde gastado haga que el tuyo valga aún más que el mío.

Alratillo!


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