Era el verano de 2005. Me encontraba a la mitad de mi último mochilazo en Europa antes de regresar a México luego de vivir en Madrid un año.
Estaba en Bruselas, afuera de una parada del metro. Sólo que no estaba en el centro de la ciudad, sino en las afueras, esperando a Anné, una amiga del Hospitality Club que me iba a hospedar en su casa junto con una pareja de chinos.
Nos habíamos quedado de ver afuera de esa estación, y ya había pasado una hora y ella no llegaba. Me estaba empezando a desesperar, ya estaba contemplando la posibilidad de que me hayan dejado plantado y que tendría que regresar a centro a buscar un hostal.
Ahí estaba, afuera de la estación, sentado con mi mochila y mi guitarra. Entonces saqué la Andariega para tocar un poco en la banqueta. De pronto, un viejito se me acerca, se detiene frente a mi, meté su mano en la bolsa de su chamarra y saca...una harmónica.
No me dijo nada, sólo me la mostró y vi que a un lado tenía grabada la letra "A". El viejito me estaba diciendo de esa manera que su harmónica estaba en la nota "La". Entonces empecé a tocar música en esa escala y de buenas a primeras me encontraba en una esquina echándome un palomazo con un completo extraño y su harmónica...sin haber intercambiado una sola palabra!
Tocamos como unos 3 minutos, con mucho feeling. Despúes guardó su harmónica, me dio la mano, sonrió y se fue...
A los 5 minutos llegó Anné y nos fuimos. Por algo pasan las cosas no? Porque si Anné hubiera llegado a tiempo como habíamos quedado, jamás hubiera vivido un momento tan mágico como el que viví esa tarde en Bruselas. Hay que estar con los ojos y el corazón abiertos a las sorpresas que nos puede dar la vida. Y ese día la vida fue gentil conmigo, y regaló un bello momento que ahora comparto aquí...
Alratillo!
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